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DE FRENTE - Las Pichurrias

DE FRENTE - Las Pichurrias
Por: Oscar Medina Gómez **

Muchos funcionarios públicos, empresas, hechos, cosas y casos son pichurrias. No solo en Casanare sino en todo el país. Ya porque como funcionarios -a excepción de robarse religiosamente el erario público- no sirven para nada, por la ineficiencia e ineptitud administrativa de la empresa que dirigen, por los escándalos que protagonizan, por el cinismo y descaro con el que asumen sus delitos, por el daño y molestias que un hecho o estado de cosas genera y representa, por su poco valor personal y carácter profesional, por su mala clase e insignificancia, por lo faltones y faltonas, Razones sobran para ser pichurria.

Es tan larga la lista de pichurrias -el término es coloquial y ampliamente utilizado en el sub-lenguaje de Colombia y México- y tan corto el espacio en esta columna, que a quienes merecen este calificativo y se quedaron por fuera, les tengo una segunda parte. Frescos parce. Aquí para todos alcanza. Todo bien. Así es la vuelta. Nada de nervios.

Pichurrias los 269 “honorables” congresistas de la patria, senadores y Representantes a la Cámara. Son, en su inmensa mayoría, una caterva de bandidos que depredan sin misericordia ni remordimiento los dineros públicos que le pertenecen a 45 millones de colombianos. Se embolsillan al mes 29 millones de pesos más los millones que arañan de los otros 27 millones que el gobierno destina para sus asesores de las Unidades de Trabajo Legislativo UTL. Pero eso es para los dulces. El grueso del tumbe proviene de los multimillonarios contratos que gobernadores y alcaldes les entregan por medio de terceros. Son las mayores y peores pichurrias de la Nación.

Pichurrias son las empresas petroleras, las arroceras y los camioneros y muleros que destrozan al tope la red vial del departamento. Les importa un higo el progreso de la región. Solo velan porque sus cuentas bancarias estén siempre gordas. Lo mismo los huecos, la ausencia de semáforos más los que están dañados, y la carencia de señalización en muchas calles y avenidas de Yopal. Así los hayan tapado de afán hace unos días, esos cráteres y el no haber señales de tránsito ocasionan a diario accidentes que dejan un reguero de víctimas.

Pichurrias igual son muchos de nuestros diputados y concejales. En reuniones solitarias y a escondidas -como los delincuentes- esta cuadrilla de personajes sigue los pasos de sus modelos los “honorables” congresistas. En el caso de Casanare, a esta altura del juego político vergüenza, lástima y repudio es lo que producen varios de los hombres y mujeres que integran la Asamblea Departamental. Van allí apenas a fanfarronear y parodiar democracia, porque los cuadres ya los tienen listos con los gobernantes bajo la mesa. Jamás se escucha sus voces en temas tan determinantes como las vías, el agua potable, la falta de empleo, la inseguridad.

Pichurrias los corruptos y corruptas de lo público. Esos funcionarios que ostentan medianos y altos cargos del Estado, causan más daño que los cilindros bombas, granadas, metralla, secuestros y extorsiones de los bandoleros terroristas de las FARC y el ELN. Lo que se roban esos putrefactos pervertidos de lo ajeno es incontable e indecible. Están a la altura de los “honorables” congresistas, diputados y concejales.

Pichurria la maldita inseguridad de Yopal. Nadie se salva. Todos corremos peligro de día y de noche. Han llegado a la ciudad una mano de bandidos venidos de otras ciudades como Medellín, Villavicencio y Sogamoso. Muchos son de color negro. Coronel Narciso: la policía puede hacer más, mucho más de lo que está haciendo para combatir esa peste. Usted sabe que tengo razón.

La atención y servicios de la salud de los casanareños -y de los colombianos- es otra pichurria de marca mayor. Un hospital de 75 mil millones que medio funciona es muestra de lo que ocurre. Que desastre. Que ultraje. Que vergüenza. Que lastre. Que desgracia. Que infamia. Que deshonra. Que humillación. Que degradación de nuestra condición humana.

El espacio público de Yopal es otra pichurria. Mesas de bares de mala muerte, vitrinas de vendedores de morcillas, empanadas y tinto trasnochado, motocicletas, bicicletas y automóviles son los habitantes diarios de nuestros pocos parques, andenes, separadores y plazoletas. Quiero estar equivocado. Pero la evidencia condena al IDURY. Está quieto. No le duele la gente y la ciudad. Y, claro, pichurria también la falta de agua potable para 150 mil habitantes que a toda hora -desde hace 15 meses- padecemos esta tortura. El bolsillo y la paciencia de la gente ya no aguantan.

Pichurria la planta de procesamiento de yuca y Casalac en Aguazul. Literalmente los muchos alcaldes de ese municipio multimillonario se robaron la plata por maletinados. Tiene uno la sensación de que ese pueblo no arranca. Que sigue trabado, sin que sus dirigentes sepan qué quieren y para dónde van. Por este estilo pichurrias del mismo corte el parque de las aguas y el museo del hombre llanero en Yopal. Varios miles de millones enriquecieron a unos cuantos gobernantes. Y la justicia no les echa mano.

Pichurrias los terroristas de las FARC y el ELN. Su herencia de ríos de sangre y dolor no necesita mayor explicación. Pichurria, por supuesto, el presidente Santos y su ministro de defensa Pinzón. Los dos son niños gomelos, engominados y perfumados a quienes no les importa la seguridad de la patria. Hoy día el macabro terrorismo fariano se pasea sin temor por el país. La delincuencia común hace lo propio. Las locomotoras del desarrollo no despegan. Santos no cumplió para lo que fue elegido. Nos faltoniò. Es una pichurria sin atenuantes. Digo yo.

**Periodista - Especialista en Gobierno Municipal y Gestión Pública
Pontificia Universidad Javeriana


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