Por Oscar Medina Gómez*
¿Cuál es el escándalo nacional, cuál el alboroto, cuál la sorpresa, dónde está lo inesperado…? Millones de colombianos lo sabíamos. Estaba cantado que la rimbombante Justicia Especial para la Paz, JEP, iba a fallar a favor del terrorista pederasta alias Jesús Santrich. Para engañar al pueblo colombiano, simplemente su encopetada presidenta Patricia Linares y los demás “honorables” cómplices del terrorismo, se tomaron más de seis meses de amague, de carameleo y escaramuzas dizque para analizar y cotejar pruebas para determinar si la tierra es redonda. ¡Descarados al servicio de la criminalidad!
Y así ocurrió: resulta ahora que por decisión de ese adefesio justiciero -donde por ser torcidos, mensualmente los magistrados se ganan en promedio 33 millones de pesos- Santrich, este asqueroso bandolero de las FARC, violador de niños y narcotraficante, es un angelito. Un impoluto y honesto ciudadano. Más inocente que aquel que por física hambre entra a un supermercado y se roba unas barras de chocolate.
Pese a haber pruebas suficientes y contundentes, en videos que demuestran sus negociaciones de toneladas de cocaína al cartel de Sinaloa, la mafiosa y cómplice JEP ha “ordenado” que salga de la cárcel La Picota y que no sea extradito a los Estados Unidos, país que lo ha solicitado por ser el destino final de los envíos de coca.
De hecho, el mismo Santrich ha confesado en medio de carcajadas que en efecto las reuniones registradas en los videos tuvieron lugar en 2016 en su casa de residencia en el barrio Modelia de Bogotá. Pero que eran conversaciones con distinguidos empresarios mejicanos, donde lo que negociaba eran cultivos ambientales y no la venta de toneladas de cocaína. ¡Mamola terrorista! A otros perros con sus huesos.
Este fallo de la JEP –una especie de supercorte, que defiende la impunidad en las barbas de la Corte Suprema de Justicia- es ni más ni menos que un muy gravísimo desafío frontal a la institucionalidad nacional. Una provocación sin precedentes a la misma estructura jurídica de la nación colombiana. Es poner en riesgo la eficaz política binacional de extradición de narcotraficantes que, con algunas fallas, ha funcionado muy bien desde hace varias décadas entre Colombia y los Estados Unidos, poniendo tras las rejas gringas a centenares de criminales que con su droga envenenan al mundo.
Bien hizo el Fiscal General Néstor Humberto Martínez al renunciar a tan alto cargo. Son su dignidad y la de la Patria las que están en juego. Ni más faltaba que de su puño y letra se prestara a firmar la salida de la cárcel La Picota del terrorista violador de niños Jesús Santrich, mientras cómplices pederastas como los alias Timochenko, Pablo Catatumbo, Iván Márquez, El Paisa, Fabián Ramírez, Marcos Calarcá, Pastor Alape, Rodrigo Granda, Carlos Antonio Lozada, Joaquín Gómez, Tanja La Holandesa, y demás alimañas se embriagan con whisky, aspiran coca y relamen sus bocotas al ver cómo una vez más el Estado colombiano se arrodilla ante ellos. Burlándose cínicamente de millones de honestos ciudadanos.
Jamás debemos olvidar que esto, que la vergonzante JEP, es otra de las herencias miserables del nobelbandido Juan Manuel Santos. Sujeto repulsivo que, por pasar a la historia como el presidente de la paz, diseño un traje perfecto y a la medida del terrorismo guerrillero fariano, firmando un impune pacto en La Habana.
Lo he escrito hasta el cansancio: Santos nos dejó una herencia maldita de impunidad total con miles de armas encaletadas aun en las selvas y poblados, centenares de niños todavía secuestrados y desaparecidos. Miles de cadáveres de colombianos que jamás aparecerán, bandolas asesinas de las FARC que siguen delinquiendo a sus anchas, multimillonarias fortunas de esos criminales que no devolverán, miles de atroces delitos sexuales cometidos contra niños y niñas que fueron obligadas a enrolarse en guerrillas… ¡El dolor de Patria es inmedible y ni mil muertes de sus causantes serán suficientes para que paguen sus delitos!
Hoy, mañana y en muchos días -les aseguro- no pararan las celebraciones y festejos de los pederastas violadores. De los terroristas farianos que han asesinado a decenas de miles. Ahí los vemos a diario con sus inmensas fortunas a punta de metralla y secuestros, desde los sillones del Congreso de la Republica pontificando sobre perdón, paz, hermandad y amor, cuando sus almas están amasadas con estiércol del diablo. Al tiempo, Juan Manuel Santos en su finca de placer y lujos ilimitados en Anapoima, le pide a “Tutina” se siente a su lado a contemplar su obra.
Ante el desafío de la nefasta JEP, el Presidente Iván Duque, la institucionalidad del país, la Corte Suprema de Justicia y, en primer lugar, el pueblo colombiano, tiene que frenar a unos togados vestidos de negro –como sus almas mismas- que quieren someter y humillar al Estado a la impunidad de los innombrables delitos de las FARC. Son ellos o es la democracia misma. Digo yo.
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