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De Frente - Virus letal

 Por Oscar Medina Gómez *

Es altamente contagioso. Ataca sin compasión a cualquier hora del día o de la noche. A quien sea. Ancianos, niños, jóvenes, hombres, mujeres, ricos, pobres, blancos, negros, mestizos, gordos, flacos…todos están a su merced. No repara en la nacionalidad de sus víctimas. Esa plaga letal está regada peligrosamente por todo el mundo causando daño.

Exacto: me refiero a los venecos. Así, despectivamente, hay que decirle a esa turba de delincuentes que imparables, -ante la complicidad muchas veces de las autoridades-, siguen convirtiendo los parques y las calles de pueblos y ciudades de Colombia no sólo en sucios espectáculos de pordioseros, prostitutas, travestis y drogadictos sino en lugares de máximo peligro por donde está prohibido transitar. Claro, claro: debo señalar que no todos los que llegan del vecino país son venecos. Los que vienen a trabajar honestamente, sin hacerle daño a nadie y respetando las leyes nacionales, merecen ser llamados ciudadanos venezolanos. No obstante ser miles, se ven opacados por el bandidaje de los venecos.

Aduciendo razones humanitarias y de carencia de Patria, hace unos meses el Presidente Duque anunció que 25 mil niños nacidos en Colombia desde agosto de 2015, hijos de padres venezolanos, tendrán nacionalidad colombiana. Está bien que se preocupe por el bienestar de esos niños. Pero hágalo también por el de miles de niños colombianos que, en Nariño, Córdoba, Putumayo Chocó, Guajira, Cesar, Cauca, Boyacá, Amazonas, Atlántico, Sucre, Norte de Santander…en todo el país, no comen al día ni siquiera un plato de sopa o un café negro. Esos niños, señor Presidente, también son apátridas. Porque no tienen una Patria, un territorio, una nacionalidad. Un Presidente que haga valer sus derechos. ¡Paradójico!

Diariamente decenas de chiquillos –que no saben sonreír por la miseria en que están-  se enferman y mueren. No sólo de física hambre y sed, sino por desnutrición, enfermedades, carencia de agua potable, pésimas condiciones sanitarias, ausencia de centros hospitalarios y un sinfín de razones que en pleno siglo XXI no deberían existir. A este cuadro dramático agreguemos la violencia intrafamiliar, que también apaga la vida de miles de angelitos.

En un país como el nuestro, con una corrupción desbordada y con tantas y apremiantes cosas por resolver, da bronca que con el cuentico presidencial de “humanidad” los venecos se nos hayan metido hasta en la sopa. Hay que decirlo: de los cerca de 2 millones que han migrado a Colombia, por lo menos la mitad son delincuentes. Zánganos, rémoras, vividores de la fallida y corrupta tara histórica que abanderó el malandro Hugo Chávez- Y que hoy continúa con el narco criminal Nicolás Maduro.

Todos los colombianos estamos expuestos a ser presa del letal virus llamado venecos. Que, comparado con el Coronavirus, éste es un simple resfriado. Están aquí cometiendo toda clase de fechorías. Desde robos menores –como celulares, carteras, relojes y bicicletas- hasta atracos a bancos, robos a conjuntos cerrados, fincas, secuestros, extorsiones y asesinatos en campos y ciudades. Matando a quienes, por razones humanitarias, les dieron la mano. Así lo ha reportado la prensa en casos ocurridos a finqueros de Barranquilla, Arauca, Villavicencio, Cundinamarca, Santander, Casanare y más.

Reclutados fácilmente por bandolas como los Caparrapos, los Urabeños, el Clan del golfo, los Rastrojos, los Pachenca, la Oficina de Envigado, los Botalones y la Cordillera, de acuerdo con información creíble de organismos de seguridad gran número de bandas criminales están integradas por venecos que matan colombianos. Sin la menor contemplación. La paga es lo que importa.

Ahora, las deudas que muchas EPS tienen con los centros hospitalarios es muy alta. Y de esas deudas bastantes miles de millones son a causa de la atención gratuita que toca prestarles a los venecos. Suficiente tenemos con nuestras propias parturientas de la llamada población vulnerable, como para que ahora los alcaldes y gobernadores tengan que preocuparse y rebuscar recursos millonarios de donde no los hay, para atender a las venecas preñadas. O a los ancianos enfermos. O a los niños lombricientos, desnutridos y sin escolaridad. O a las prostitutas y homosexuales con VIH Sida. O a los contagiados con Coronavirus. O a los ladrones y criminales que toca perseguir o que hay que meter a nuestras hacinadas cárceles, para gratuitamente darles las tres raciones diarias de comida. ¡Qué belleza pues!

Es que los venecos son descarados. Con puñal en mano sacaron corriendo a colombianos que por meses cuidaban carros y motos en calles y parques, para apoderarse del negocio. Lo mismo hacen en los miles de cruces viales con semáforos de todas las ciudades. Mejor dicho, le están robando el trabajo y el pan diario a nuestros nacionales. Pero ojo: esos venecos cuidadores de carros y limpiadores de vidrios, ¡son delincuentes! La policía lo sabe. Pero eso y nada es lo mismo.

Cuando la autoridad no existe, ya por falta de pantalones de los alcaldes, de actuación oportuna de la policía, de complicidad con la delincuencia, de recursos tecnológicos o por lo que sea, es válido que la ciudadanía tome otras medidas para salvaguardar su vida y sus bienes. Todo tiene un límite. El mensaje es claro. Ustedes me entienden. ¡Mano dura y sin dolor para combatir al peligroso virus llamado venecos! 

*Periodista


La sección de OPINIÓN es un espacio generado por Editorialistas y no refleja o compromete el pensamiento, ni la opinión de www.prensalibrecasanare.com



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